sábado, 22 de junio de 2013

El coste de la vida en Vancouver y la regla del 4/3

Cuando uno empieza a leer sobre el coste de la vida en Vancouver se queda con la idea de que es muy caro. Y, efectivamente, barato no es. Estamos hablando de un país con un nivel de vida mayor al de España. La gente gana mucho más dinero.

En cualquier caso, yo creo que para un europeo esa percepción está amplificada. Hay que tener en cuenta que un dólar canadiense no es ni mucho menos un euro y a la hora de percibir el valor de las cosas tendemos a compararlos como si valieran lo mismo. En estos momentos un euro ronda los 1,35 dólares, céntimo arriba, céntimo abajo.

En Canadá se utiliza mucho más la tarjeta que en España

Comparar Vancouver con Vigo sería ridículo, pero ¿es Vancouver más caro que Madrid o Barcelona? Sí, lo es. Pero tampoco tanto. En términos generales es un poco más caro, pero no creo que mucho más. Aquí tenéis una web donde se compara el nivel de vida entre dos ciudades.

Y la diferencia retributiva es abismal. El sueldo medio canadiense casi duplica el español. Según un informe difundido por Adecco el pasado mes de mayo, en España el salario bruto medio es de 1.639 euros al mes. Vamos, una caca. El salario medio canadiense, según datos oficiales del Gobierno, es de 24,08$ la hora. Esta retribución, calculada para 40 horas semanales, que es lo que curramos normalmente los españolitos, supone un salario medio mensual de 4.143 dólares, unos 3.024 euros, casi el doble que el español.

Pero ¿cómo calcular fácilmente el precio de cualquier cosa en euros? He estado haciendo una tabla de Excel y me acabo de inventar la regla del 4/3, por la que a grosso modo podemos decir que 4 dólares son aproximadamente 3 euros. Así tendríamos:

From Vigo to Vancouver (4/3)
dólares
4$
8$
20$
40$
120$
200$
400$
euros
3€
6€
15€
30€
  90€
150€
300€

¿Cuánto cuestan entonces las cosas en Canadá? Por el momento estoy viviendo en homestay, por lo que el precio de la comida no lo controlo mucho. Quizás alguien que ya esté viviendo por su cuenta aquí pueda aportar algo más, pero aquí os dejo una tabla con algunos precios estimativos. La tercera columna muestra el precio aproximado en euros por la regla 4/3. Como veis, no difiere mucho de la conversión exacta.

$$$
€€€
€ (4/3) 
cappuccino
3,40
2,48
             2,55 

cerveza pub
6,50
4,75
             4,88 

habitación West End
650
474,50
487,50 

menú japonés
7
5,11
   5,25 

corte de pelo
22,40
16,35
           16,80 

gin tonic
   7
5,11
 5,25

bono transp. 1 zona
91
66,43
           68,25 

homestay
750
547,50
562,50 

salario medio
4.143
3.024,39
     3.107,25 

Los precios son estimativos. Por supuesto, puedan variar mucho en función del sitio. También, los tamaños de los productos difieren a los de España. El cappuccino es tamaño vaso. La cerveza es una pinta en vez de una caña. Y las copas son la mitad y ligeritas de alcohol. Tan solo es para que os hagáis una idea y veáis que si convertimos el valor a euros la cantidad no asusta tanto. [Actualizado 24/06/2013]

Lo que sí que hay que tener en cuenta, cuando vayas a comprar algo es que aquí el precio de las etiquetas no incluye los impuestos, por lo que  habrá que sumarle un 12% más de tasas en Vancouver (cada provincia tiene sus propios impuestos y difieren). Además, está el tema de las propinas, alrededor de un 10% más en restaurantes, bares y discotecas.

miércoles, 19 de junio de 2013

Cambios, novedades, muchas cosas que contar y poco tiempo

Por fin tengo el permiso de trabajo. Tal y como había leído en la web de Inmigración me tardó solo un mes (ver 'Solicitar el visado canadiense on line'). Me enviaron primero un correo electrónico para informarme de que había sido aprobado y unos días después lo recibí por correo postal.

No tengo que ir a la frontera a activarlo como sucede con la working holiday visa o el permiso de estudios. No es ninguna carta de aceptación. Es el permiso tal cual. Es lo más lógico, ya que estoy dentro del país con visado de estudios. La buena noticia es que me permite trabajar hasta julio del año que viene. Tres meses más de lo que esperaba. Es lo que tiene salir bien las fotos. :P

Viviendo en West End ya no tendré escusa para no ir a correr
En cualquier caso, por el momento voy a seguir centrándome en lo que ya ando: clases de inglés de 9.00 a 15.40 horas, clases privadas de español ya casi todas las tardes, terminar un curso de marketing on line que estoy haciendo por internet y seguir con el blog.

Ya tengo habitación para vivir en downtown. En julio me mudaré de forma provisional a West End, a 50 metros del lago de Stanley Park, un parque inmenso en el centro de la ciudad al estilo del Central Park de Nueva York pero rodeado de mar. 

Mis futuros vecinos ya se acercan a presentarse
Compartiré un apartamento de una habitación con un chico filipino. Yo tendré la habitación y él la sala, que comunica con una cocina minúscula, ya que aquí son americanas, lógicamente, claro. :P Así que un biombo le dará un poco de intimidad al chaval. Parece buen tipo. Es  muy joven y se pasa todo el día currando como cocinero en un restaurante. En un principio me pedía 700 dólares pero le debí gustar porque cuando me enseñó el piso me lo rebajó a 650 (unos 500 euros). Es el precio habitual que piden por habitación en esta zona, que es la más económica de downtown, ya que está más apartada y los edificios son más viejos. Incluye todos los gastos, incluido internet, claro. Prometo hablar más adelante en otro post sobre mi experiencia buscando habitación.

Este alojamiento es provisional. En agosto me iré a vivir con una pareja a un apartamento de dos dormitorios. Aquí sí que ya podré disfrutar de sala y comedor. Me cuesta solo 525 dólares (unos 400 euros) en pleno West End, también cerca del parque y de la playa, por lo que me merece la pena esperar por él. La pareja es amiga de la familia con la que estoy ahora. Los conocí en una cena, así que me ofrecen confianza.

English Bay, la playa del West End,
Además, uno de ellos es fisioterapeuta, lo que viene bien tener a mano. Ya le pondré cara de pena cuando me duela la espalda, porque aquí una sesión ronda los 70-90 dólares. El apartamento está muy limpio, ordenado y bien decorado. Vamos, como podría ser un piso en España. Aunque la habitación no es muy grande.

Con mi aterrizaje en West End ya no tendré disculpa para no ir a correr y  tendré que hacerme con una bicicleta y dejar de pagar el bono mensual de transporte.

Un puesto en la celebración del 'Día sin coches', en West End
Precisamente, el domingo pasado celebraron en varias zonas el día sin coches. También en West End. Una calle se cerró al tráfico y se llenó de stands, aunque nada que ver con lo que podría ser en Galicia una celebración en la calle, y me imagino en el resto de España. No food. No drinks. Tan solo algún restaurante sacó mesas a la calle de los muchos que hay en la zona.

Cartel de la Pet Parade
Los puestos eran fundamentalmente de asociaciones y se centraban en informar y concienciar a la gente sobre diferentes temas sociales  y medioambientales, desde asociaciones que buscan despenalizar el consumo de cánnabis, hasta otra que promueve una carrera en ropa interior para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer (informando en paños menores, claro), pasando por información sobre un desfile de mascotas, temas de concienciación medioambiental,  información sobre enfermedades de transmisión sexual o sobre la discriminación en el mundo por razones de sexo o de orientación sexual. 

Cartel de los pro cannabis
También los partidos políticos tuvieron cabida, con stands en los que los representantes del barrio en el municipio hacían campaña y respondían a las preguntas de los ciudadanos. Le idea de asociaciones y partidos es salir a la calle para estar en contacto con los vecinos y explicar sus propuestas.

Un representante político del barrio habla con los vecinos
También hubo algunas actividades más lúdicas como un ajedrez gigante, algunas actividades para niños y un grupo de música tocando en plena carretera. Tampoco nada que ver con nuestras orquestas, siempre enfundadas en sus trajes de gala y encima de un escenario…  Todo mucho más simple. Eso sí, la música sonaba bastante bien.

Orquesta al estilo canadiense, que casi parece improvisada
Y más novedades. A finales de mes cruzo la frontera y me voy tres días a Seattle. Me escapo con un amigo en bus (www.boltbus.com). Son unas tres horas de trayecto y el billete de ida y vuelta nos ha costado 30 dólares, tan solo unos 23 euros a cada uno. Como mi amigo es un fan del couchsourfing intentaremos que algún americano nos acoja en su casa, así por la cara bonita... A ver qué pasa...

Por 23€ tienes un viaje de ida y vuelta a Seattle en autobús

jueves, 13 de junio de 2013

Cosas por las que merece la pena venir a Vancouver

Antes de llegar a Vancouver hablé con varias personas que ya estaban aquí. Una de ellas, al preguntarle si estaba contenta, me contestó: “de lo que me arrepiento es de no haberme venido antes”. Aquí os dejo varias cosas por las que yo creo que merece la pena venir a Vancouver. Pero cada persona es mundo y cada situación es distinta, así que tomadlo simplemente como una opinión subjetiva, que es lo que es.

Un escaparate en el centro de Vancouver donde queda bien claro, ¿no?

1. Dejarás de escuchar hablar de la crisis: Aquí no tienen ni idea de lo que está sucediendo en Europa. Bueno, sí, de algo les suena. Algo han leído en los periódicos. Un día en clase un profesor me preguntó algo sobre España y yo hice una aclaración, “bueno, ahora con la crisis…” y él exclamó “¡Qué crisis!”. Después reculó y dijo “¡ah! ¡la financiera!”. Para que os hagáis una idea.

2. La seguridad: Irte a un país que no conoces y en el que estás solo te hace extremar las precauciones. ¿Y si me roban el pasaporte? ¿y se mi quitan las tarjetas? ¿y si desaparecen todas mis pertenencias? De hecho, eso era lo que más me preocupaba al principio. En la casa en la que vivo no hay pestillos, ni en las habitaciones, ni en los baños, ni en nada. La puerta de atrás permanece abierta siempre que hay gente en casa, y seguramente que muchas veces que no hay nadie también, porque ni nos enteramos. Para entrar en el jardín no hay ninguna medida de seguridad. La puerta se abre tirando de un simple cordón. “¿Y esto es seguro?”, le pregunté a uno de los propietarios de la casa nada más llegar, sabiendo que en mi habitación estaba todo lo que yo tengo en Canadá. “¿A qué te refieres?”, me contestó.

Robson Square es un ejemplo de naturaleza en el corazón de la ciudad

3. La confianza: Cuando estoy en sitios que no conozco soy de por sí desconfiado, por lo menos muy prudente. Y es que un extranjero siempre suele ser carne de cañón en cualquier país, especialmente cuando no domina el idioma. Pero rápidamente me pude relajar al ver que aquí, a diferencia de otros sitios, la gente no te intenta timar continuamente. Todo lo contrario. Me han devuelto monedas que he dado de más. Los vendedores siempre me han intentado ayudar y me han aconsejado la mejor opción calidad/precio. Pongo por ejemplo, el móvil. Iba a tiro fijo a por otros que me habían recomendado, pero la dependienta me decía que para gastar ese dinero que me llevase otro, que era mejor y más barato. Fue hacer una llamada al experto y, sin duda, la mejor opción.

Niños jugando en una fuente en pleno downtown

4. La amabilidad: Si quieres hacer amigos, sácate un plano del bolsillo y ponte a mirar para un lado y para otro. A ver cuánto tiempo pasa sin que nadie te pregunte si te puede ayudar en algo.

5. La tolerancia y el nivel cultural: Aquí a la gente le gusta viajar al extranjero y, a pesar de hablar inglés, tienen cierto interés por los idiomas. No son pocas las personas que me dicen que tienen ganas de aprender español y, de hecho, sin buscar mucho ya tengo tres estudiantes fijos.

Autobuses eléctricos en un país que tiene reservas de petróleo

Vancouver es una ciudad hecha por inmigrantes. Y es que cualquiera con nacionalidad canadiense en segunda o tercera generación tiene antepasados europeos o asiáticos. La cultura asiática está muy presente, fundamentalmente en la comida. Pero yo no he detectado grandes problemas de integración como puede haber en Europa o en Estados Unidos. Todo lo contrario, se ven muchísimas parejas mixtas blanco-asiáticas.

Por otro lado, la bandera de colorines ondea por todas partes en Vancouver. La comunidad gay cuenta con un barrio propio, que se anuncia ya con la bandera multicolor y en ella comercios de cualquier tipo la incluyen en sus escaparates. Pero esta bandera, también símbolo de la paz, la encuentras por todas partes. Cualquier comercio la utiliza de reclamo para atraer clientes. En mi propio pueblo, a unos 30 kilómetros de la ciudad, en New Westminster, encuentras restaurantes, peluquerías o gimnasios con bandera de colorinchos.


¿China o Canadá? Una tienda en Chinatown 

6. El inglés americano: En Vancouver se habla un inglés muy comprensible para nosotros. Mi nivel de inglés no es tal como para distinguir acentos, pero o mucho he mejorado yo o este es muy nítido. No tiene ni los acentos marcados de las ciudades de Reino Unidos ni el excesivo slang de Estados Unidos. Y no hablar del acento australiano, que yo no conozco, pero que todo el mundo dice que es incomprensible.

A todo esto se suma que los canadienses tienen paciencia, que te habla despacio, y que no les importa perder unos minutos de su tiempo para poder entenderte.

¿Playa o campo? En Beach Bay puedes elegir lo que prefieras

7. La combinación de ciudad y naturaleza: Vancouver no es una ciudad excesivamente grande, pero sí que es una gran ciudad. No obstante, el ruido no es excesivo ni si respira estrés. Existen zonas en los que parece que la naturaleza invade el asfalto. Stanley Park es un gran bosque dentro de la ciudad. Hay varias playas urbanas y el mar rodea todo downtown. Además, a pocos minutos en transporte urbano tienes senderos para hacer excursiones y ejercicio al aire libre. Fácilmente puedes encontrarte con mapaches, mofetas o focas. O sentir de cerca los osos.

8. La cultura del reciclaje: Aquí todo se recicla. Y no me refiero al vidrio o al papel, sino literalmente a todo. He visto una televisión enorme en un jardín con un cartel que ponía “Es gratis y funciona”. La gente coloca en las aceras o jardines los muebles, adornos, plantas, o cualquier cosa de la que se quiere deshacer y otros los cogerán. También está la venta de productos de segunda mano a través de la web de Craiglist. Mi habitación creo que es un ejemplo de ese afán por el reciclaje.

Una furgo reciclada como puesto de hamburguesas

9. La convivencia de la modernidad con lo tradicional: No penséis que los vancuveritas se vuelven locos por la modernidad. ¡Qué va! Muchas veces no se complican y van a lo sencillo. Por ejemplo, si quieres decirle al conductor de un autobús que pare tienes que tirar de un cordón que recorre todo el autobús. Otro ejemplo es la postal que me enviaron escrita a mano para confirmar que efectivamente esa era mi dirección.

El cordón amarillo de las ventanas sirve para solicitar parada

10. Y algo que en España parece una utopía: Hay trabajo. La mayoría de los estudiantes que he conocido con permiso de trabajo  trabajan en la hostelería. El paro ronda el 6% y el salario mínimo aquí es de 10,25$ (7,90€) la hora, propinas aparte, que aquí son sustanciosas. En establecimientos que venden alcohol el salario mínimo son 9$, aunque las propinas suelen ser mayores.

Pero antes de que te lances y compres un vuelo, deberías leer COSAS POR LAS QUE DEBERÍAS REPLANTEARTE LO DE VENIR A VANCOUVER. [Actualizado 2/7/2013]

viernes, 7 de junio de 2013

Marcharse no es irse de vacaciones

Marcharse no es irse de vacaciones. De eso ya me di cuenta el primer día. El día que cogí el avión y me tuve que despedir de mis personas más cercanas. Pensaba que sería más fácil, pero no pude. Mi boca se contuvo, mi garganta me oprimía y mis ojos empezaron a brillar. No pude. Fui incapaz de articular palabra. Un fuerte abrazo. Un adiós. Y poco más. Y me dio rabia que fuese así.

Y mirad que yo soy una persona acostumbrada a viajar. Incluso solo. Independiente. Y no especialmente apegado a los míos. Pero este atasco emocional me cogió por sorpresa. A veces soy duro, demasiado duro. Y pensaba que esta situación también la tendría controlada, pero no. El vuelo a Londres fue difícil.

Manuel Ferro retrató la emigración gallega de hace 60 años

Supongo que no soy un bicho tan raro y este sentimiento de pérdida, de fin de un ciclo y comienzo de otro, de soledad, de no saber qué pasará y de pensar que dejas atrás y lejos a tus seres queridos, toda tu vida, será bastante frecuente entre las personas que no nos vamos de viaje, sino que nos marchamos de nuestro país, por lo menos durante un tiempo largo.

Quiero pensar que sí, que es normal. Recuerdo leer en un foro el comentario de una chica, desesperada, porque tenía el vuelo al día siguiente y no se quería ir. E incluso a pesar de que al otro lado le estaba esperando su novio. Y la gente le respondía intentando tranquilizarla. Diciéndole que ese sentimiento era normal. Yo me quedé con la copla durante el vuelo.

Y aún encima al llegar a Londres, cargado como un burro con las dos maletas y el portátil, me lío como un paleto con un ascensor del metro (mejor no lo cuento). Después no encuentro la parada del bus de Easybus, que me debería llevar al aeropuerto de Gatwick (buscaba una estación como dios manda con un gran letrero, y al final era una mísera parada de bus urbano…). Y la gente a la que le preguntaba, o eran de fuera y no tenían ni idea, o eran londinenses con su característica, y muy suya, amabilidad de “búscate la vida”

Abajo a la izquierda, la única indicación del Easybus

Después, aún encima, tuve que pagar otro billete para una de mis maletas. Este me costó 10 libras, cuando el que había reservado por internet solo había costado 2. Por lo visto únicamente se me permitía una maleta y el ordenador. Se ve que de alguna forma tienen que sacar el dinero.

Llegar al “hotel cápsula” y poder contactar con los míos me relajó.  Lo que tengo claro es que yo, esté donde esté, necesito mi espacio. Un lugar donde encontrarme cómodo y seguro, aunque sea una cápsula de poco más de 4 metros cuadrados. Lo de ir con la casa a cuestas no me gusta.

Con la televisión en la cama, tal cual, en mi camarote en Yotel

La experiencia en Yotel me encantó.  Me pareció un hotel muy práctico. Cama grande con televisión de plasma a los pies. El baño, váter incluido, solo separado por la mampara de la ducha. Igual muy poca intimidad si es para dos personas. Una mesa plegada a una pared, que puedes extender sobre el diminuto pasillo, y una banqueta también plegable colgada de la puerta. Este alojamiento, además de en Gatwick, lo tenéis, por si lo necesitáis, en el aeropuerto de Heatrow, en el de Amsterdam y en el de Nueva York. En España a sufrir durmiendo en el suelo de los aeropuertos.

A la mañana te levantas y ya estás al lado de la terminal de salidas. Además, en la web también te ofrece la posibilidad de coger menos horas a un precio más barato. Yo pillé la noche entera por Booking y me salió por 50 euros.

Foto hecha desde la cama. Como veis el espacio es muy limitado

Pues eso, a lo que iba, que marcharse no es irse de vacaciones, que es duro empezar en un nuevo país. El idioma lo complica, por supuesto. También que las cosas se hagan de otra manera. Sé que insisto mucho en el tema, pero es que lo veo así. No es España. No es Europa. Así que lo mejor es observar, preguntar y adaptarse. Y después porque estás solo. Porque tienes que empezar de nuevo. Y cada día que pasa es un reto. Y cada persona que vas conociendo, cada paso que vas dando, un pequeño triunfo

Hay que reinventarse y seguir...

martes, 4 de junio de 2013

Primer contacto con la naturaleza: el Lynn Canyon Park

Si habéis mirado alguna guía o información turística sobre Vancouver, seguramente habréis visto una foto como esta:

Aquí se observa el tamaño del puente de Lynn

Pero no, no es la misma. No es el famoso y caro puente colgante de Capilano, el más largo (140 m) y alto (70 m) del mundo. Ir a él cuesta unos 30$CAD, según la Lonely Planet. Este es el del Lynn Canyon Park, la alternativa gratuita y menos turística. Aquí la altura es de 50 metros, que ya le llega para los que padecemos vértigo como yo. Porque el puente se mueve, claro.

Algunos se equipan con casco y cámara incorporada

Este parque frondoso, al igual que el de Capilano, está en North Vancouver, un municipio independiente separado de Vancouver por el mar. El medio de comunicación más habitual entre ambas orillas es el Seabus, un ferry similar al que cruza la ría de Vigo para comunicar la ciudad con Cangas. Forma parte del sistema de transporte metropolitano de Vancouver, así que está incluido en el bono mensual y no tuve que pagar nada. Una vez que llegas a la otra orilla, tienes una estación de autobuses, y uno de ellos te lleva directamente al parque.

Interior del seabus que conecta Vancouver con Nort Vancouver

El parque no es muy grande. Con una mañana o una tarde es suficiente. Pero en él ya se aprecia la fuerza de la naturaleza en Canadá a muy pocos kilómetros de la gran ciudad. Por cierto, el agua del río está congelada. Ya os podéis imaginar. Río arriba todavía se están las cimas nevadas de las montañas. Aquí tenéis unas imágenes para que os hagáis una idea de la naturaleza de Canadá en estado puro.








Y aquí una foto desde el puente, alargando el brazo con la cámara, porque yo no me asomo ni de broma.

Vista desde el puente de Lynn Canyon Park

Estamos en zona de osos y para no atraerlos los contenedores de basura están preparados de forma que no puedan hurgar en ellos. Para abrirlo es necesario meter la mano en esa rendija que veis y pulsar un botón que hay en el fondo. Debe de ser que los osos se las ingenian bastante bien para conseguir lo que quieren.

Un contenedor de basura a prueba de osos

Y de nuevo, en el barco, esta es la vista de Vancouver desde el mar un día nublado.



domingo, 2 de junio de 2013

¡Eres más rico de lo que piensas!

Esta semana he recibido mi primera carta en Canadá. Bueno, la segunda. La primera fue la factura del teléfono. Mi banco me ha deleitado con esta postal:

Buenísimo el lema de Scotiabank ¡Ya por eso hay que ser cliente! :P

Además del agradecimiento, el lema me parece genial: “Eres más rico de lo que piensas”. Los canadienses son amables y atentos por lo general. Y los bancos canadienses no se podían quedar atrás.

Pero esta postal también cumple otro objetivo. El de confirmar que la dirección que les di el día que me hice cliente es correcta. Después tienes que devolverla a la oficina y de esta forma ya empiezan a tramitarte la tarjeta de crédito. Como veis, en Canadá no se complican mucho y a veces recurren a procesos muy simples, pero efectivos, sin necesidad de utilizar grandes tecnologías.

Os muestro el interior de la postal. Sería muy extraño recibir en España una carta de tu banco escrita a mano, ¿no?

El tachón es de elaboración propia, pero el texto a mano tal cual

El día que fui a llevar la postal aproveché para hacer mi primer ingreso. Como comentaba en el post Contratar una cuenta bancaria al estilo canadiense, retiro el dinero en un cajero con la tarjeta de EVO, que no me cobra nada, y así me ahorro los 15CAD que cobran en Scotiabank por recibir transferencias internacionales. En el mostrador donde haces el ingreso, para identificarte te piden que introduzcas tu tarjeta de débito en un TPV. Marcas tu contraseña y ya te tienen fichado. No me pidieron otro tipo de identificación. Después te dan un recibo similar al ticket de una compra.

En la oficina de Burrord, el centro financiero de Vancouver, hay un mostrador de información cerca de la entrada. Una señora muy atenta te da la bienvenida aunque pases de largo, como ha sido mi caso. A la vuelta, te agradece la visita y te desea un buen día de una forma muy efusiva. Voy a tener que volver a menudo, que parece que a la señora le ha hecho mucha ilusión la visita.

Todo esto a una cierta distancia, por lo que me sorprendió gratamente. ¿Amabilidad canadiense o a ver si va a ser cierto que, efectivamente, “soy más rico de lo que pienso"?